Grandes mujeres de Conservera de Tarifa: las estibadoras

estibadoras Conservera de Tarifa

Conservera de Tarifa está hecha por muchas manos. Pero, siempre lo decimos, las que más importan son las de nuestras estibadoras. Más de 110 años de pelado y estiba, cuchillo en mano, que con todo el mimo y cuidado han dedicado sus días a que de nuestra fábrica de Tarifa salga un producto exclusivo, artesanal y de la máxima calidad. Hoy hablamos con dos de sus protagonistas, con la estibadora más veterana y con la que entró hace menos tiempo a trabajar, para que nos cuenten qué significa para ellas ser estibadoras.

Tarifa y la industria conservera

Muchas cosas han cambiado desde que La Tarifeña, la marca más antigua de Conservera, abriera sus puertas allá por 1910. Antes se trabajaba por épocas, o incluso por días, según la pesca, y se estibaba cinco o seis meses al año. El año pasado, sin embargo, se trabajó de enero a diciembre, ya que ahora el trabajo en fábrica siempre es más continuo y da más estabilidad que otros de la zona.

En Conservera de Tarifa hoy son veinticinco mujeres las que cada día pelan y estiban el pescado, aunque a veces son bastantes más, según la temporada, y muchas ellas trabajan ya como fijas discontinuas.

estibadora Conservera de Tarifa
estibadora Conservera de Tarifa

Muchas de estas mujeres llevan casi toda la vida trabajando en la fábrica. Algunas, como Magdalena Delgado, estibadora en Conservera desde 2012, , son la cuarta generación en la profesión de la estiba. Antes que Magdalena, ya trabajó en la fábrica su bisabuela, Manuela Castro, su abuela, Cristobalina Camacho y su madre, Gerónima Torrejón. “Hemos pasado de generación en generación”, nos cuenta, “Mi madre se jubiló el año pasado y mi abuela también trabajó aquí. Y el día que entré en fábrica me dijo: que vaya todo limpio, bien limpito, pañitos, pañitos, porque cuando ella trabajaba no había papel sino pañitos, y, sobre todo, no te pongas nerviosa”. Mari Luz Ortiz, la estibadora más veterana, que lleva trabajando desde 1969, también recuerda su primer día. “Tenía cerca de doce o trece años cuando entré. Fui a llevarle el café a mi madre, que estaba trabajando. Había mucho pescado y una vecina me dijo: ¿te quieres venir a trabajar?”. Y así empezó en la estiba. Es cierto que en Tarifa casi todas las familias tienen una relación directa o indirecta con Conservera. La fábrica está por y para la ciudad, forma parte de su patrimonio, de su legado y de su paisaje, como también lo hacen las casas blancas, la pesca, los barcos, las cometas o el viento.

Conservera de Tarifa y el legado del trabajo artesanal

Magdalena recuerda con cariño su primer día de trabajo, estaba muy nerviosa e incluso le dolía la mano de agarrar con fuerza el cuchillo. Sin embargo, “todo es cuestión de práctica”, como asegura Mari Luz: “Práctica y más práctica. Y paciencia. No por querer ir más ligera se va mejor”. 

estibadora Mari Luz Conservera de Tarifa

El año pasado se llegaron a estibar en un solo día 13.000 kilos de melva, una cifra altísima si tenemos en cuenta que todo se hace a mano. “Ahí está la diferencia”, afirma Jorge García, Jefe de Calidad de Conservera, “en el cariño con el que se hace cada lata. Ellas eligen lo que les gustaría encontrar en la conserva. A nivel de formación cualquier curso te diría que, si el pescado está bueno, incluso si está roto, va dentro de la lata. Pero aquí no: ellas se encargan de seleccionar siempre los filetes que entran, y los tratan con cuidado, porque incluso cosas que parece que no tienen importancia, como la forma en la que se coge un filete de pescado, si se aprieta o se manipula de más, eso al abrir la lata, se nota.” Y para esa selección, no solo hace falta experiencia y buena vista; lo que más importa es el tacto

Tanto es así que cuando la fábrica empezó su andadura, no se usaban guantes. Hoy sí se utilizan, pero unos especiales para preservar esa virtud que solo otorga el sentido del tacto y que se transmite enseñándolo y con mucha práctica. Porque, al fin y al cabo: ¿qué lleva una lata? Lleva pescado y aceite, nada más. Pero hay que saber cómo tratarlo. Todas las estibadoras han de hacerlo de la misma manera para que sea un trabajo uniforme y que no se note la mano de cada una de ellas que, con su larga experiencia, a veces son hasta capaces de calcular, sin balanza, el peso casi exacto del pescado. También son capaces, con ese compañerismo que siempre las acompaña, de ayudarse las unas a las otras para que el trabajo sea lo más cómodo y agradable posible.

Una gran familia, grandes compañeras

estibadoras

Después de cincuenta y tres años trabajando en fábrica, Mari Luz es capaz de hacer una estiba impecable con los ojos cerrados y cuando se le pregunta por su secreto, lo tiene claro: el secreto son las manos. Hoy hace poco más de diez días que Mari Luz se jubiló y asegura haber llorado de pena por ello, y también de alegría a lo largo de todos estos años, y sentir, ahora que se va, una gran añoranza. Magdalena nos cuenta que son una gran familia y que ya la echan de menos, como a otras muchas compañeras que ya se han ido o que dentro de poco les tocará retirarse. “Que la fábrica siga muchos años y que entre mucha juventud. Hace falta gente joven porque si no esto se acaba”, recuerda Mari Luz.

El trabajo de las estibadoras forma parte de la historia y el legado de la ciudad, y todas aquellas mujeres que durante tanto tiempo han trabajado a mano el pescado en Tarifa, merecieron el año pasado una calle en la localidad: la Calle Las Estibadoras de conserveras. Desde Conservera siempre lo hemos sabido: “esta fábrica podría existir sin hombres, pero si no existieran las mujeres, no existiría la fábrica”.

Tarifa dedica una de sus calles a las estibadoras de la ciudad

calle Las estibadoras de conserveras

Tarifa dedica una de sus calles a las estibadoras de la ciudad

Hoy es un día especial en Tarifa y, sobre todo, en Conservera. La ciudad ha inaugurado una nueva calle con la que quiere homenajear a la figura de todas esas generaciones de mujeres que han trabajado en las fábricas de conservas de pescado de la localidad desde hace más de un siglo y contribuido así a engrandecer la actividad socioeconómica del municipio. Desde hoy la ciudad luce un rótulo nuevo: la calle Las Estibadoras de conserveras.

Un homenaje a nuestras estibadoras

La calle se encuentra en el tramo que discurre por el Paseo Marítimo hasta la piscina municipal, justo por detrás de donde se encuentra la fábrica de Conservera. El acto se celebra después de que fuera aprobado por unanimidad en el pleno del 29 de septiembre, pero ya en el año 2015, con motivo del Día de la Mujer, la ciudad había rendido un sentido homenaje a sus estibadoras. En aquella ocasión, el cronista Manuel Liaño Rivera quiso destacar cómo el trabajo de estas mujeres había marcado el devenir del municipio durante el último siglo y apuntó a las trabajadoras tarifeñas como “las mejores estibadoras del mundo”. Hoy, se ha descubierto una placa que nombra la calle “Las Estibadoras de conserveras”, estando presentes representantes de la casa consistorial de la localidad, el Director General de Conservera de Tarifa, José Luis Muñiz, y personal de fábrica, como las propias estibadoras. 

Con este acto, la ciudad ha querido reconocer su labor, ya que sin ellas muchas familias de la zona vinculadas al mar y a la pesca en el Estrecho, no habrían tenido sustento durante los meses de parada. En esa misma línea, el ahora alcalde de Tarifa, Francisco Ruiz Giráldez, subrayó en el acto que tuvo lugar entonces que “las mujeres trabajadoras de las fábricas, con su esfuerzo y trabajo, han contribuido en gran medida a la prosperidad de nuestro pueblo”. Y lo cierto es que así ha sido. Durante años, la industria conservera ha hecho las veces de enciclopedia viviente de la propia historia de la ciudad, que llegó a albergar en su día hasta diez fábricas de conservas de pescado. Hoy, Conservera de Tarifa recoge el testigo de todas ellas y da trabajo a casi cincuenta mujeres que dan continuidad a un oficio artesanal, de obra, paciencia y devoción, como es la estiba de pescado.

Desde el día de hoy, la memoria de todas esas mujeres se perpetuará en las calles de la ciudad con este merecido homenaje, cargado de humanidad y cariño, por el que en Conservera llevamos luchando con perseverencia desde hace tiempo. Y es que no sólo somos conscientes de la contribución que han hecho nuestras estibadoras por la ciudad, por un municipio que era, como señalaba Liaño Rivera: “la Tarifa harta de cal y puertas abiertas, la Tarifa que vivía de la pesca y de su transformación”; también valoramos que sin ellas nuestras conservas no gozarían de la autenticidad y calidad de la que tan orgullosos nos sentimos. En definitiva, sin ellas, no seríamos Conservera de Tarifa.

estibadoras_ Conservera de Tarifa
estibadoras_ Conservera de Tarifa

Las estibadoras de Conservera de Tarifa

estibadoras Conservera de Tarifa

El mar, los barcos de pescadores y la industria conservera son parte inseparable del paisaje andaluz. Esta estrecha y larga relación de la comunidad con la explotación de recursos marinos ha permitido dar empleo a gran parte de la población de todo el litoral de Andalucía. Hoy queremos rendirle homenaje a una figura clave en el proceso de elaboración de nuestras conservas. Sus conocimientos únicos y su magnífico desempeño de una forma de trabajo artesanal, tradicional y centenaria, marcan la diferencia definitiva en la calidad de los productos de Conservera de Tarifa. Hoy hablamos del pelado manual, de la estiba y, cómo no, de nuestras estibadoras.

Un día en Conservera de Tarifa junto a nuestras estibadoras

Amanece en Tarifa y también en Conservera. Es temprano y las estibadoras se preparan para un nuevo día de trabajo. “Es un horario buenísimo”, afirma Mari Luz Sánchez Lima, una de nuestras jefas de estibadoras, “entramos a las siete, salimos a las tres y tenemos toda la tarde para nosotras”. Y es que en Tarifa, los días dan para mucho más que en otras ciudades. “Los que vienen de fuera dicen que aquí estamos todo el día de vacaciones. Pero es que su vida es trabajo, casa, trabajo, casa y trabajo, casa”, asegura Laura Guardia, que empezó a trabajar como estibadora en Marina Real en el verano del 79.

El día comienza con la recepción del pescado. A continuación, se descabeza, se eviscera, se lava, se cuece, se escurre y se refrigera. Después, nuestras operarias llevan a cabo la estiba con la única ayuda de un cuchillo y de su experimentado criterio a la hora de elegir y colocar de forma manual, por capas y uno a uno, los filetes de pescado, hasta que alcanzan el peso escurrido necesario.

Casi 50 mujeres trabajan en Conservera de Tarifa. Algunas llevan en fábrica la mayor parte de su vida, como Dolores Araujo, que consiguió su empleo en La Tarifeña en 1972 con tan solo catorce años. Hoy son más de 40 trabajando en sala aunque “ya conocía la fábrica desde más chiquita, cuando al salir del colegio, iba a sentarme al lado de mi madre”. Además de su madre, también su tía trabajaba ahí, y más tarde lo haría ella, sus dos hermanas, su sobrina y su suegra. Su primer día en Conservera lo recuerda bien. Su hermana se casó y fue ella quien entró a cubrir su puesto. Al lado de ella, de su tía y del resto de compañeras, se formó en la técnica del pelado manual y la estiba. Aprendió rápido. Tan solo dos días después de comenzar, ya tenía un pescado en la mano.

Pasión por el trabajo artesanal y por las conservas

Lejos queda ya ese primer día de trabajo de Dolores y ahora ella es una de las que se encarga de que las nuevas generaciones aprendan las técnicas artesanales de pelado y estiba. Asegura que “cuando enseñas a alguien nuevo, lo que quieres es que aprenda y que lo haga bien. Siempre les digo que no corran, que lo importante es que llegue limpio el pescado y lo pongan bien en la lata”. Esa relación artesanal entre el pescado, la mano y el cuchillo, a veces hasta tiene firma propia, ya que cada una de ellas estiba y pela de manera diferente. Algunas incluso son capaces de al abrir una lata reconocer quién la ha preparado. “O al menos, de saber quién no”, ríe Mari Luz.

Al escucharlas hablar de su trabajo es difícil no darle el valor que se merece a esa estiba desempeñada con tanto cuidado y esmero. Entran nuevas generaciones, con ganas, aunque con necesidades diferentes a las de cuando ellas comenzaron a trabajar. Sin embargo, Dolores está convencida de que todavía “sigue habiendo mucha dedicación”. También pasión por el producto y por el sabor de las conservas. Las tres coinciden en gustos: sus preferidos son la melva, la caballa, la ventresca y el morrillo. La ventresca, asegura Laura, queda buenísima en una tosta, con aguacate y un poquito de tomate por encima. Los huevos rellenos de Dolores son una de sus recetas predilectas. Por su parte, nuestra Mari Luz tiene un claro favorito: “a mí lo que más me gusta es abrirme una lata y comérmela tal cual, o en un bocadillo”.

Tradición conservera de Andalucía

El pescado ya ha sido estibado. Ahora tocará pasar al aceitado de la conserva, a su esterilización y a su etiquetado. Muchas cosas han cambiado en sala desde que La Tarifeña abriera sus puertas en 1910, antes de la unión de las fábricas y marcas que hoy conforman Conservera de Tarifa. La incorporación de los guantes supuso una gran mejora para el cuidado de las manos de las trabajadoras. También se instalaron bancos para que pudieran trabajar sentadas, pero todas prefieren hacerlo de pie. El ambiente en la fábrica es bueno, familiar y cercano. “A mí siempre me ha gustado muchísimo mi trabajo”, reconoce Dolores. Laura coincide “es un trabajo que te relaja, te centras en el pescado, en el cuchillo, y de verdad te relaja”.

Son las tres de la tarde y es el momento de irse a casa. En una hora en sala, cada una de ellas ha sido capaz de pelar en torno a 18 piezas o de elaborar diez latas. Esta forma de trabajo artesanal cumple dos importantes funciones: por un lado, mantiene viva la tradición de las primeras industrias conserveras de Andalucía y, por otro, garantiza puestos de trabajo que inciden directamente en el empleo de las mujeres de la zona. Y es que son ellas, nuestras estibadoras, las que le aportan a Conservera de Tarifa ese valor distintivo, de excelencia y de calidad superior. ¿Su secreto? Dolores lo tiene claro: “el secreto están en que el trabajo lo hacemos con mucho amor”.